Historia del ocultimo y de la brujería

Brujería y Ocultismo

En el pasado, la religión en los trabajos mágicos por medo de la participación de los espíritus y demonios era apenas universal.

En Egipto había hechiceros y adivinos que tenían poderes de los demonios y de los dioses extranjeros. En la crónica en que Moisés se confrontaba con el faraón para solicitar la libertad de los israelitas, éste surge como practicante de la brujería y sus incondicionales como esclavos de un dios extranjero. El faraón pide a sus sacerdotes egipcios que desafíen a Moisés, haciendo acto de hechiceros.

La hechicería y la magia de igual forma crece en la antigua Grecia, y su práctica pasó a Roma. En el siglo II, Lucio Apuleyo redacto sobre los poderes y ritos de las brujas y en su Apología afirmó que en la región helénica de Tesalia era aposento de hechiceras que podían manipular la naturaleza. En lo que los sabios Petronio y Horacio calificaron a la hechicería como religiones propias de individuos ignorantes.

El cristianismo arriba a Roma y los creyentes, con su idea constante, sufrieron persecuciones, las cuales terminaron gracias al emperador Constantino I, el Grande, quien fue el único emperador en cristianizarse. Ya que fortalecía esta nueva creencia, se combatieron las ceremonias de herejía y durante el IV se hizo el código teodosiano, en el que se castigaba abiertamente tanto el rito idolátrico como el mágico.

Una de estas disposiciones castigaban con la pena capital a quienes festejaban sacrificios nocturnos “en honor del diablo y sus seguidores”, de esta forma se dio inicio a la cacería de brujas.

En un comienzo, la iglesia católica fue condescendiente con algunos ritos que se localizaban muy lejos de la población, ante todo con los supuestos brebajes que, asociados con oraciones, servían para sanar una gripe o despertar una pasión amorosa.

La iglesia tomaba en cuenta estas prácticas como sencillas técnicas medicinales y afrodisiacos, y recriminaban a quienes la ejercían, sancionando con penitencias.

Los sacerdotes no terminaron de combatir contra la fe hereje y su elemento mágico. No obstante, la iglesia no quería ocasionar un conflicto con un gran número de creyentes de estas prácticas, muchos de ellos católicos, quienes de igual forma creían en el poder de estos brujos.

Lo cual se llego a la conclusión de perseguir y quitar los verdaderos actos heréticos. Más adelante la postura de la iglesia comenzó a fortalecerse para poder combatir explícitamente contra herejes y es cuando comenzó la persecución de hechiceras.

La fiebre de la caza de hechiceras empecinaba a Europa desde el año 1050 hasta finales del siglo XVII, serenándose fortuitamente para surgir con más furor. En el siglo XIII surgió en Europa el tribunal de la inquisición, que se ocupo de perseguir a los paganos.

Los hijos eran obligados para que denunciaran a sus progenitores, los maridos a sus mujeres y los familiares y vecinos se acusaban entre sí, algunos individuos abusaban y se aprovechaban para destruir a sus enemigos, culpándolos injustamente. Se compraban testigos para que culparan a los sospechosos y se les sentenciaba con torturas brutales para obligarlos a confesar.

Aparecieron “cazadores de brujas”, a los que se pagaba una gran cantidad por cada fallo condenatorio.

En tiempos de la Inquisición muchas personas fueron culpadas por hechicería y algunas de ellas fueron condenadas a ser quemadas vivas o a la horca.

El concepto de bruja inició como una combinación de hechicería campesina, gran magia, herejía y satanismo. Se pensaba que los brujos campesinos eran capaces de curar o enfermar mediante rituales ocultos.

La magia blanca era considerada para proteger a personas, cosechas y al ganado, exhibía a los amantes, aseguraba la fertilidad, encontraba personas u objetos perdidos. De igual forma se enfrentaba a la magia negra, culpable de fatalidad y muerte.

Cualquier persona sin importar su condición, que se enfrentará a la dura iglesia, podía ser culpado por pagano, asesinato, sacrificio a menores, canibalismo o desviaciones sexuales. Entre esta revuelta, un pequeño grupo de personas prefirió venerar al maligno católico; este grupo se desarrollo con rapidez a finales de la época medieval, y alcanzó a ser la causa concluyente en la formación de las hechiceras destinadas a la magia negra.

En los tiempos de la Inquisición fue de gran importancia, su práctica ya que implicaba todo un conjunto de creencias y prácticas; así como adoraciones al maligno y a sus seguidores (demonios, duendes, entidades demoniacas), las relaciones sexuales con éstos y los lugares donde se realizaban.

Se pensaba que las hechiceras tenían que pagar al demonio sus poderes, y por eso causaban enfermedades, ocasionaban fenómenos naturales y climáticos como tormentas o sequías. De igual forma poseían poderes para encantar a un hombre por medio de brebajes hasta conseguir su amor o su muerte, asimismo eran las que provocaban el mal de ojo y se desaparecían cuando así lo querían. Podían volar en escobas, resucitar a los muertos, adivinar el futuro y reencarnarse en animales, trivialmente en gatos y lobos.

Las hechiceras siempre estaban escoltadas de “los familiares”, demonios menores que les proporcionaba el diablo. Debidamente se transformaban en gatos, perros, búhos, roedores, topos o hurones. Jamás se les vería en forma de palomas y corderos blancos.

A los familiares felinos debidamente se les llamaba Pyewackett, palabra de origen Inglés renacentista, escasea de significado y según aseguran que en marzo de 1644 el cazador de brujas Matthew Hopkins, este nombre tal como los otros nombres de familiares eran creados por el diablo. Entre las aptitudes de los familiares se hallaba el poder de transformación que usaban cuando era necesario; así como, si su dueña era prisionera, este podía tomar la forma de insecto para llegar a ella y alimentarse de una tetilla especial (conocida como la marca de la bruja o del diablo).

Esta marca era una comprobación para dictaminar a la bruja, cualquier prominencia, malformación o cicatriz, tales como verrugas, picaduras de insectos o lunares, era una prueba contundente de su veneración al diablo. En España, estas marcas estaban en el ojo izquierdo; en Inglaterra, normalmente era en el dedo, en otras partes de Europa éstas se hallaban en los lugares íntimos de la mujer por lo que su persecución era en sí un acto humillante.

En el dictamen, los cazadores de brujas enterraban una aguja larga en estas marcas, si la herida no sangraba o ejercía dolor, la víctima era condenada. Matthew Hopkins tuvo un gran éxito en su búsqueda de brujas, consiguió culpar a más de 230 supuestas hechiceras.

El concepto de aquelarre, es posterior al de la hechicería. Los aquelarres eran congregaciones de brujas, acudían a la cita extrañamente metamorfoseando ya sea en animales o montadas en escobas. En estas congregaciones veneraban al diablo, le rendían cuentas de sus maldades se entregaban a las pasiones sexuales más fantasiosas. En algunos sitios se pensaba que llevaban niños.

Para martirizarlos, comerlos o para hacer de ellos brebajes, igualmente que los aquelarres, que eran reencuentros locales, había los sabbath (sin confundirse con el día de descanso judío) que eran territoriales, cientos de brujas y neófitos acudían al sitio. La adopción de esta palabra judeocristiana se tomo de igual forma como un desafío a la creencia. El sitio de unión más célebre de la arcaica Europa y Época Medieval fue Brocken, el pico más elevado de los montes de Harz en Alemania. El sabbath daba inicio con el neófito, haciendo pactos de sangre con el demonio y otorgándole un espíritu o demonio, protector, los antes ya nombrados “familiares”.

Se piensa que la figura de los aquelarres descendió de la de los ritos antiguos de fertilidad practicados en la arcaica Europa antes del cristianismo. Las crónicas de cuanto pasaba en estos eventos varían, no obstante, el método básico es un asiduo.

Se sospecha que los aquelarres se hacían el 31 de Octubre (Halloween), el 30 de abril (la noche de Walpurgis), y en cada uno de las cuatro celebraciones herejes integrados al cristianismo: 2 de febrero, Día de la Candelaria, 23 de junio, vigilia de Juan Bautista; 1ro de agosto, la fiesta de las cosechas de Lammas; 21 de diciembre, fiesta de Santo Tomás.

No obstante, e 1611, la hermana Madeleine de Demandolx, quien declaró su transformación a la brujería, confirmo haber ido día con día a estas congregaciones.

En 1484 fue publicada la bula papal más poderosa contra la brujería nombrada Summis Desiderantes, por Inocencio VIII, quien para ejecutarla nombró inquisidores territoriales. Dos años posteriormente se promulgo el célebre Malleus, Mleficarium (Martillo de brujas), escrito por dos monjes alemanes, Jacob Sprenger y Heinrich Krámer, quienes rastrearon paganos en Remania y Alemania. El Martillo de brujas era el sumario de cacería de brujas más conocido.

Sus ventas fueron superadas por la Biblia. En este documento se detallan los trabajos de las brujas. Aseguran que hay más brujas del género femenino, ya que las mujeres son sexualmente más inestables que los hombres y que entre la brujería encontraban a través de otras cosas el gusto de sus desviados instintos carnales.

Todas estas costumbres estaban presentes en la mente de la época y se plasman en la literatura, en la arquitectura, en la música y el teatro. La fiebre de la cacería de brujas produjo una clase de esquizofrenia de la verdadera magia.

La cacería de brujas tuvo su fin en el siglo XVIII, fue en América del Norte donde se hicieron los últimos brotes de violencia por brujería, en el famoso juicio de salem, Massachussets, en 1692 y 1693, en el que, más delante de muchos interrogatorios y tormentos, se culparon a más de 30 personas.

En los siglos XVI XVII, Europa pasó de la ignorancia a la cultura. La comunidad rechazo la dictadura de la Iglesia que fue sometida los últimos 1000 años. El mundo cambio y se emitió en contra de Roma y los ingleses se arriesgaron en la desintegración de la Iglesia.

La población luchaba por vez primera dudando entre la fe y la razón, sin saber si hacer caso a los mandamientos de Dios o de la naturaleza, una salida a las presiones de la época fue la creencia en la existencia de espíritus, visiones, duendes y demonios posesivos.

Todavía existen brujas, pero, la gran parte de estas hechiceras, poco tienen que ver con la época medieval. Las actuales no rinden reverencia al diablo, ni renuncian a las creencias legitimas; más bien son “curanderas” y afirman hacer el bien de la comunidad.

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